Crítica de 'Fly Me to the Moon', el viaje a la luna de Scarlett Johansson y Channing Tatum. Una dulce y vibrante guerra de sexos al estilo de Rock Hudson y Doris Day, reinterpretada a través del elegante filtro de Mad Men. Con esta película, Berlanti se adentra en una nueva vertiente cómica, abrazando con entusiasmo los encantadores tópicos de las comedias románticas de los años sesenta.
Más conocido por su prolífico trabajo en el universo televisivo de DC que por su carrera en la dirección cinematográfica, Greg Berlanti ha demostrado en sus incursiones en la gran pantalla un manejo seguro de la comedia, un género que, aunque a menudo subestimado por la crítica, sigue siendo esencial para la industria. En El club de los corazones rotos (2000), Berlanti exploró el romance y la búsqueda de identidad con un enfoque ligero y optimista. Una década después, con Como la vida misma (2010), se inclinó por un manual de 'dramedy' que combinaba risas y emociones. Su tercer largometraje, Con amor, Simón (2018), lo consolidó en el género con una conmovedora 'teen-movie' de corte iniciático al estilo de John Hughes, reforzada por un mensaje inclusivo y normalizador. Ahora, Berlanti regresa con Fly Me to the Moon, una apuesta que lo lleva a abrazar los encantos de las comedias románticas sesenteras. La película presenta una dulce y vibrante guerra de sexos al estilo de Rock Hudson y Doris Day, reimaginada a través del filtro de Mad Men y con un guiño irónico que solo el paso del tiempo puede aportar. En este nuevo proyecto, Berlanti rinde homenaje a los clichés de la época, aportándoles frescura y un toque de nostalgia colorista que promete enamorar tanto a nuevos públicos como a los amantes del cine clásico. O al menos eso parece, porque el auténtico motor de la película, mucho más potente y cautivador que el juego amoroso entre una siempre luminosa Scarlett Johansson y un Channing Tatum que se siente fuera de lugar en su improbable papel de héroe romántico, es la teoría de la conspiración que gira en torno al Apolo XI.