A Real Pain explora la complejidad del duelo desde una perspectiva honesta y profundamente humana, alejándose de los enfoques más convencionales que suelen abordar este tema. La película se centra en Benji (Kieran Culkin), quien enfrenta la pérdida de su amada abuela de una manera que refleja las inconsistencias y contradicciones del dolor humano. En lugar de limitarse a la tristeza o el desaliento, Benji utiliza su humor y encanto naturales como un escudo para enmascarar su sufrimiento, mientras lidia también con arrebatos de ira y confrontación, reaccionando de manera impulsiva ante las pequeñas fricciones de la vida diaria. Esta aproximación matizada, que se apoya en la brillante interpretación de Culkin, ofrece una representación más realista y cercana de cómo las personas experimentan el duelo. La película captura los altibajos emocionales con autenticidad, mostrando cómo, en medio de momentos de risa con amigos, un recuerdo doloroso puede desencadenar una respuesta inesperada de tristeza o rabia. Esta fluidez emocional refleja con precisión las experiencias reales de quienes atraviesan una pérdida, creando un relato que no solo conmueve, sino que también conecta profundamente con el espectador. En su esencia, A Real Pain es una reflexión sobre cómo el dolor no sigue una narrativa lineal ni obedece a expectativas sociales. Es una exploración auténtica de la experiencia humana que aborda el duelo con una sensibilidad que se siente genuina y universal, recordándonos que incluso en medio del sufrimiento, hay espacio para el humor, la confusión y la confrontación.
Con estas premisas, Jesse Eisenberg se sumerge en el cine de autor con A Real Pain, una obra que marca su debut como escritor y director. Eisenberg demuestra tener un enfoque personal y cualidades para narrar historias, evitando caer en la trampa de la grandilocuencia o de las ambiciones desmesuradas. En lugar de intentar abarcar un melodrama monumental que recorra décadas, opta por una película pequeña, íntima y sincera, con una simplicidad que resulta tanto su virtud como su esencia.
A Real Pain se presenta como el relato de un viaje compartido, una experiencia que solo encuentra sentido en la conexión entre dos personas y en la manera en que cada una refleja lo vivido en la otra. Es una película que no pretende abarcarlo todo ni ofrecer respuestas universales, sino que se conforma con explorar los pequeños momentos y emociones que forman parte de lo cotidiano. Eisenberg podría haberse reservado el papel protagónico, pero al evitar esa tentación logra un equilibrio narrativo que deja espacio para que sus personajes brillen. Lo que hace que A Real Pain sea especial es precisamente su modestia. Eisenberg no busca exprimir las emociones con un dramatismo excesivo ni pretende impresionar con reflexiones grandilocuentes sobre la memoria o el duelo. En lugar de eso, entrega una historia que combina honestidad y vulnerabilidad, con un enfoque casi artesanal en su narrativa. Aunque puede dar la sensación de que intenta abarcar un poco de todo, lo hace sin pretensiones, logrando una obra que, si bien no es perfecta, encuentra su fortaleza en su autenticidad y sencillez.